Faltó Democratizar el Éxito.
¿Por qué esta vez Humala obtuvo casi el mismo apoyo que en la primera vuelta del 2006, si la pobreza se ha reducido en 15 puntos porcentuales en los últimos cinco años?
¿No tendría que haber disminuido el apoyo a una propuesta «antisistema» como la de Humala en un país que crece a una tasa de 8% anual y que es calificado fuera de sus fronteras como un milagro económico?
Muchos empresarios ven a Humala como un antisistema económico, pero intuyo que no es así como lo perciben quienes lo apoyan. Para buena parte de estos, Humala es un antisistema político, es decir, el llamado a revolucionar un país en el cual, muy a pesar del milagro económico, el Congreso sigue siendo un circo, el Poder Judicial no administra justicia, el Ejecutivo solo parece estar interesando en la gran inversión que viene de fuera, la policía no da seguridad, los reguladores no garantizan la libre competencia, los gobiernos regionales no gastan bien el canon minero y las municipalidades hacen todo lo posible por obstruir el emprendedurismo, todo esto rodeado además de un gran halo de corrupción. Quizá esas personas estén equivocadas en pensar que Humala solucionará estos problemas, pero tampoco tienen muchas razones para pensar que los otros lo harán.
¿Implica esto un rechazo al actual modelo económico? Sí, pero no necesariamente el respaldo a un modelo alternativo, o al menos no de manera mayoritaria, como lo demuestra la propia campaña de Humala al presentarlo esta vez como un candidato que se ha moderado. Pocos en el Perú, salvo quizá algunos candidatos al Congreso del propio Humala, estarían de acuerdo con un cambio radical que, por ejemplo, desconozca el rol de la iniciativa privada en la generación de la riqueza. Sin embargo, el descontento persiste, entre otras razones, porque la pobreza sigue siendo vista como un indicador estadístico antes que como un fenómeno social. Con el primer enfoque llegamos al absurdo de que una persona que gana US$1,99 al día es pobre, mientras que otra que gana US$2,01 al día ha dejado de serlo. Estas personas habrán pasado la valla estadística, pero aún están lejísimos de engrosar las filas de la clase media y a años luz de ser ricos.
No hay que olvidar, además, que la reducción de la pobreza en el último quinquenio se ha dado principalmente en las zonas urbanas, pero aun en estas persiste el descontento. Lo que ocurre es que los extraordinarios resultados que han venido mostrando muchas empresas no se han traducido –en proporción equivalente– en mejores sueldos para los trabajadores. ¿Por qué no comparten en mayor medida sus utilidades los empresarios peruanos? Quizá porque muchos todavía temen que el ‘milagro’ no se sostenga o que sus ganancias sean tarde o temprano expropiadas o evaporadas por la inflación. Es decir, todavía no superan los traumas del pasado y, por tanto, siguen sin apostar por su país (y sus trabajadores) en el largo plazo.
Hoy necesitamos líderes empresariales que se jacten de pagarle bien a sus trabajadores, y no de los márgenes que obtienen por no hacerlo.
Lo que hoy necesitamos son líderes empresariales que se jacten de pagarle apropiadamente a sus trabajadores, y no de los márgenes que obtienen por no hacerlo. Escuchamos de ellos que las reglas deben mantenerse estables. En efecto, ¿pero qué pasa si esas reglas que hoy les acomodan perennizan un sistema político que se mantiene impopular e inoperante? Toda propuesta de cambio en la Constitución hace temblar a los inversionistas, pero en el largo plazo la sostenibilidad de sus inversiones depende de construir una fortaleza institucional que el Perú aún no tiene (objetivo al cual todavía no se han plegado de lleno). Por eso, la primera gran reforma que deben apoyar apenas se defina al nuevo presidente es la del propio sistema político, que a veces parece estar tan desconectado como ellos mismos de lo que ocurre en la zona rural del país.
En la edición de hoy de Día_1 lanzo una propuesta adicional para el empresariado. No obstante, ventilo aquí otra para nuestro futuro mandatario: Ocúpese usted de que para ser exitoso en el Perú uno no tenga que ‘ganarle’ al sistema (obtener prebendas indebidas, apalancarse en la informalidad para ser competitivo, corromper para que las cosas salgan como uno quiere), sino que el sistema mismo lo lleve a uno a ser exitoso. Que poner un negocio sea fácil y rápido, que las reglas de juego estén claras, que haya igualdad de oportunidades, que quien se esfuerza aproveche él mismo los frutos de ese esfuerzo, y que aquello que tribute sea razonable y, además, le sea devuelto en bienes y servicios públicos de calidad. En otras palabras, garantice usted la democratización del éxito.
Fuente: Augusto Townsend Klinge en el Suplemento "Elecciones Generales Usted Decide 2011" del Diario El Comercio del Lunes 11 de abril